Moscas y hormigas para maquillarse
Rosa. Mucho rosa. En labios, uñas y coloretes. Es el color de esta temporada en maquillaje. Pero...¿cuáles eran los colores de moda en el Antiguo Egipto? ¿Cómo se maquillaban las mujeres en Roma y en Grecia?
Para averiguarlo, en SER Historia nos hemos puesto en contacto con Roberto Siguero, maquillador oficial de Lancomê y recientemente premiado con la Brocha de Oro 2012.
¿Dónde surge la idea de maquillarse?
Roberto Siguero nos cuenta que la idea de maquillarse para embellecer los rasgos naturales surge en el antiguo Egipto, donde las mujeres resaltaban los ojos con colores oscuros y pintaban sus párpados con mezclas de tierras, cenizas y tintas.
Incluso los hombres se maquillaban, pero con fines religiosos. Además, gracias a las tumbas de los faraones hemos podido encontrar restos de materiales como brochas o pinceles y productos cosméticos que no se diferencian demasiado a los que podemos encontrar hoy en día en cualquier perfumería.
También fueron las egipcias las que comenzaron a pintarse los labios. Para ello, utilizaban un tinte hecho de ocre rojo y lo mezclaban con óxido de hierro natural para después extenderlo por los labios con un cepillo.
Sin embargo, lo más curioso es que, como nos cuenta Roberto, en Egipto utilizaban "moscas y hormigas muertas que después mezclaban con agua para poder teñirse las pestañas y las cejas". Un rimmel muy natural...
La perfección del maquillaje
El maquillaje toma mayor importancia cuando llega a Grecia y Roma, destacando la importancia de una tez blanca y luminosa. Para ello, las mujeres mezclaban yeso, harina de habas, tiza y albayalde (carbonato clásico de plomo).
En Francia, esta técnica se perfecciona con una crema nacarada brillante a base de azufre, que incluso podía provocar envenenamientos mortales. Aquí nace un nuevo concepto: la eliminación de las arrugas.
Para este fin empleaban un invento mortificador, el "esmaltado de la cara", que consistía en lavar la cara con un líquido alcalino y después se extendía una pasta para rellenar las arrugas y se colocaba una capa de esmalte hecha con arsénico y plomo.
A mediados del siglo XIX comienza a aparecer el maquillaje moderno, y por primera vez, el rojo de labios, que consistía en una pomada compuesta por mantequilla fresca, cera de abeja, raíces de orcaneta y racimos de uvas negras sin pulpas.
Desde entonces hasta hoy, la cosmética ha dado un giro de ciento ochenta grados y nos encontramos con un inmenso mercado dedicado sobre todo a la mujer y a mejorar su imagen con toda clase de productos elaborados de forma industrial.
Roberto Siguero nos cuenta que la idea de maquillarse para embellecer los rasgos naturales surge en el antiguo Egipto, donde las mujeres resaltaban los ojos con colores oscuros y pintaban sus párpados con mezclas de tierras, cenizas y tintas.
Incluso los hombres se maquillaban, pero con fines religiosos. Además, gracias a las tumbas de los faraones hemos podido encontrar restos de materiales como brochas o pinceles y productos cosméticos que no se diferencian demasiado a los que podemos encontrar hoy en día en cualquier perfumería.
También fueron las egipcias las que comenzaron a pintarse los labios. Para ello, utilizaban un tinte hecho de ocre rojo y lo mezclaban con óxido de hierro natural para después extenderlo por los labios con un cepillo.
Sin embargo, lo más curioso es que, como nos cuenta Roberto, en Egipto utilizaban "moscas y hormigas muertas que después mezclaban con agua para poder teñirse las pestañas y las cejas". Un rimmel muy natural...
La perfección del maquillaje
El maquillaje toma mayor importancia cuando llega a Grecia y Roma, destacando la importancia de una tez blanca y luminosa. Para ello, las mujeres mezclaban yeso, harina de habas, tiza y albayalde (carbonato clásico de plomo).
En Francia, esta técnica se perfecciona con una crema nacarada brillante a base de azufre, que incluso podía provocar envenenamientos mortales. Aquí nace un nuevo concepto: la eliminación de las arrugas.
Para este fin empleaban un invento mortificador, el "esmaltado de la cara", que consistía en lavar la cara con un líquido alcalino y después se extendía una pasta para rellenar las arrugas y se colocaba una capa de esmalte hecha con arsénico y plomo.
A mediados del siglo XIX comienza a aparecer el maquillaje moderno, y por primera vez, el rojo de labios, que consistía en una pomada compuesta por mantequilla fresca, cera de abeja, raíces de orcaneta y racimos de uvas negras sin pulpas.
Desde entonces hasta hoy, la cosmética ha dado un giro de ciento ochenta grados y nos encontramos con un inmenso mercado dedicado sobre todo a la mujer y a mejorar su imagen con toda clase de productos elaborados de forma industrial.
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